Desde hace unos años han aparecido gestores que invierten en corto y publican sus tesis de inversión a la baja provocando caídas fuertes en los valores donde piensan que hay una sobrevaloración elevada y donde hay problemas de gestión de la compañía hasta los niveles más extremos de fraude. ¿Son estos informes herramientas especulativas de destrucción o son positivos para el mercado?
Empecemos por el principio, ¿qué es “hacer un corto”? Básicamente es lo contrario de una inversión normal. Cuando invertimos, lo primero que hacemos es comprar, lo segundo esperar que suba y lo tercero vender. Un corto empieza vendiendo. Sí, vendiendo algo que no tiene. Por lo tanto, antes de vender, necesita que alguien que tenga las acciones, se las preste. Normalmente esto lo hacen los grandes bancos de inversión que son depositarios de acciones de terceros. El que invierte en corto paga un interés por ese préstamo de títulos, que suele ser muy alto. Por lo tanto, las vende en cuanto se las prestan y necesita que el título empiece a bajar cuanto antes, para realizar una plusvalía fuerte de forma rápida y que los intereses no le coman la inversión. Por otro lado, está asumiendo un riesgo elevadísimo. Cuando invertimos en largo (lo habitual), nuestro riego de pérdida es del 100%, desde el precio al que compramos hasta cero. Pero cuando invertimos en corto, el riesgo es mucho mayor, ya que si vendes una acción (que no tienes) a 30€ y sube hasta los 100€, estás perdiendo mucho más del 100%. El potencial de pérdida es infinito.
Entonces, ¿es buena o mala la inversión en corto para el mercado en general?
Algunos de los cortos cercanos más sonados de los últimos años (y algunos españoles) han sido Gowex, Wirecard, Burford, y el último que hemos vivido, Grifols. Realmente, muchos de estos cortos han sido fraudes sonados que han hecho desaparecer compañías, como en los casos de Gowex y Wirecard. En otros muchos casos no eran fraudes y los informes exageraron sus conclusiones aprovechando ciertas complejidades del negocio, como en el caso de Burford (que en este caso nos afectó). En otras ocasiones los cortos son simplemente por razones de sobrevaloración.
De hecho, en España hemos visto fraudes sonados que se llevaron por delante compañías sin necesidad de informes cortos, como los casos de SOS o de Pescanova.
No hay una respuesta clara a si son héroes o villanos, si van contra los directivos fraudulentos o si son especuladores que se aprovechan de circunstancias. Y no está claro, porque son ambas, dependiendo del caso. Lo que sí está claro es que suben el nivel. Y con esto me refiero a que obligan a compañías a hacer cosas que nos benefician a todos: más transparencia y mejores prácticas. Y también nos obligan a los inversores “largos” a analizar en mayor profundidad y dar más peso a ciertos riesgos, ciertas preguntas no respondidas, negocios que no se entienden bien y huir de cosas que no se vean claras.
Para quien le interese el tema, hay un libro muy bueno de un gestor que invierte en corto donde explica cómo piensa y también cómo sufre. Se llama “Dead companies walking” de Scott Fearon. Y para quien quiera una tesis profunda de un caso complejo: “Fooling some of the people al lof the time” de David Einhorn.